miércoles, 15 de agosto de 2012

Solitariedad

A 10 km de la soledad, 
solitariedad.

Estos últimos crudos días hedonistas, no siempre llenos de euforia y locura, por lo general embargados de una profunda nostalgia existente en aquellos que todavía podemos ser parte de un cierto ensimismamiento concurrente, provocado en mi caso, por la falta de vitaminas, de la A a la E, sin dejar de lado la K y sobre todo, por una notable falta de interés por incurrir en prácticas ligadas a ciertos agentes externos han traído a mi memoria tu recuerdo plagado de pelos, con generosa elegancia: vellos.

Desistir de la compañía, tiene sentido. No es característica nuestra tener invitados no deseados, seres palpables y viscosos, rellenos de músculos, huesos, sangre, tejidos, entre otros y cubiertos en tres delgadas capas: epidermis, dermis e hipodermis; portadores de pensamientos vagabundos y mediocres, atacados por los virus de la modernidad, aparentando ser el vómito de una invidente sociedad en su estado más puro.¿Algo más?, sí, claro que sí. El problema mayor aparece cuando el virus decide mutar, y es probable que te encuentres involucrado en esto: Al infectarse de nuestros problemas y dudas existenciales, aparece el virus evolucionado.

Es acojonante recordar aquello, pero no podemos vivir de una ascesis intangible. Por eso nos orientamos un paso más allá de lo improbable, sumergidos en el verso más recóndito, en el pistilo de una flor fosforescente,  y sobre todo, en lo más profundo del hipotálamo.

Nuestras únicas amigas son las neuronas de halo blanco, de aspecto tornasol y las estrellas fugaces presentes en nuestra imaginación.

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